lunes, 19 de mayo de 2008

El Impostor

La obra se inserta en la época de la guerra que sufrió Francia hace unos quince años. El personaje del rey aparece como símbolo de buen Juicio. La obra es revolucionaria por el modo en el que pone en cuestión una religión que se convierte en dictadura.

Orgon es uno de los personajes importantes, él ha caído bajo la influencia de Tartufo, un hipócrita, que además es bastante torpe. De hecho, los únicos que no se han dado cuenta de la verdadera naturaleza de Tartufo son Orgon y su madre. Tartufo exagera la devoción y ha llegado a ser el director espiritual de Orgon. El señor de la casa, Orgon, discute con su hijo, hermana y esposa, siendo el motivo de discusión su entrañable amigo Tartufo a quien antepone y defiende de todo lo que la familia le diga. Como consecuencia su hijo opta por irse de su casa cansado de las necias palabras de su padre. Este aventurero está tratando, además de casarse con la hija de su benefactor, al tiempo que trata de seducir al a segunda esposa de éste, Elvira, mucho más joven que su marido. Orgon escucha comentarios de la gente quienes sostienen que Tartufo tiene otros intereses en su esposa a lo que Orgon responde con pedirle a Tartufo que pase más tiempo con ella para que la gente hable con provecho, según él, con actitud retadora.

Después de una serie de formas de proceder de parte de Orgon hacia la persona de Tartufo, la familia decide desenmascararlo. Cuando esto pasa, Tartufo trata de aprovecharse de unas donaciones firmadas que Orgon le ha dado para tratar de echar a éste de su propia casa. Va incluso ante el rey, pero en recuerdo de antiguos servicios que Orgon le prestó, anula dichos papeles y hace que Tartufo sea detenido.

La critica de la hipocresía, que es el tema principal de la obra, se esconde también un ataque al papel demasiado influyente que tenían algunos devotos directores espirituales, que en realidad eran saqueadores de herencias. Orgon una vez establecida su posición financiera busca una especie de legitimidad religiosa. Como todos los grandes burgueses, muestra una cierta ingenuidad.
Por Mariana Rentería Rodríguez, Estudiante de Comunicación y Periodismo, FES-Aragón

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