martes, 8 de abril de 2008

Caudillos y otros extremos

De Martín Luis Guzmán

Ver la historia desde un punto de vista concreto es lo que siempre nos han enseñado, el suceso de la historia no solo se remonta al ver lo que pasó, si no contextualizar para un análisis y el mejor entendimiento de lo que en realidad fue la historia. Eso es lo que nos narra la obra, la perspectiva de Martín Luis de lo que fueron los caudillos y la época de cada uno, su entorno el autor pasa por una serie de cambios conforme se desarrolla la historia sin dogmatizarse ni estructurar estrictamente la visión de los mismos caudillos. De ahí que en primera instancia, para Martín Luis Guzmán sea una figura digna de retratar, “sin ignorar, claro está, la antipatía que le ocasionaba”.

La perspectiva se narra desde los simples relatos que nos van mostrando el carácter, las mañas y demás cosas que formaban la personalidad de los diferentes personajes de la revolución. El extremismo se lleva acabo desde su perspectiva critica donde se concentra en la forma de pensar del autor en su contexto correspondiente. En 1921, el vértigo revolucionario persiste pero más localizado regionalmente. En la ciudad de México, los enfrentamientos políticos y militares se advierten menos y no alcanzan a cimbrar la hegemonía de los caudillos. Es ya la hora del fluir de las instituciones.

José Vasconcelos es rector de la Universidad Nacional de México primero, y luego secretario de Educación Pública, y allí lleva su idea obsesiva: la revolución ya no es la emergencia bélica, sino el proceso humanista. Por eso propone una patria distinta arraigada en la educación y la cultura clásica, lo que, en los hechos, combina los impulsos de “lo íntimo” (López Velarde) y de lo público (Diego Rivera), y genera el “Renacimiento Mexicano”, la fe de extranjeros y nacionales en el arte distinto que trae consigo la Revolución, que, sin alejarse en lo mínimo del canon occidental, autoriza los proyectos más ambiciosos, auspicia la concepción apostólica o misionera de la enseñanza, subraya la devoción por el libro, realiza el primer inventario de los bienes artísticos del pueblo, insiste en la unidad iberoamericana. Y concluye: si los gobernantes y las élites son antintelectuales, el país no tiene por qué serlo.
La época requiere de vanguardias. Y un movimiento en especial ambiciona representarlas: el estridentísimo, en la línea de los futuristas italianos, ansioso de la desintegración del pasado. El autor va evolucionando con la época en la que será parte del maderismo en contra de Carranza así avanzando y cambiando su ideología para ser parte misma de la historia en la que expone a cada uno de los caudillos, los generales y altos comandos de la revolución terminando hasta el Cardenismo, además de contar breves historias acerca de la misma sociedad y terminando con la critica de la política mexicana y la cultura del mexicano y la forma de vivir de este mismo en aquel entonces.
Por Luis Ernesto Alonso, estudiante de Comunicación y Periodismo, FES-Aragón

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