domingo, 6 de abril de 2008

La Plaza

LUIS SPOTA

Dos personajes, Domingo y Jueves vigilan y persiguen día y noche a un individuo para secuestrarlo, ya llevan siete meses sin ningún resultado aparente. Los jueves son sus días de golf; los martes de visitar a la amiga que tiene instalada en la mansión del Pedregal; los miércoles, de ir al cine, con la esposa nunca, con los nietos y uno o dos edecanes siempre; el cuartero del domino lo reclama los viernes en el Jockey Club; los sábados recorre a caballo, seguido por una pequeña escolta de sargentos; los domingos recibe en casa, de la hora del desayuno a la hora de la cena, a los que fueron sus colaboradores, y de los que buscan su influencia.

Recuerda a Guillermina, su Mina, una niña de ojos azules, de su clases de música, y cuando le aburrió de danza, o de teatro, de pintura de fotografía. Y cuando según sus gustos se iban modificando, así cambiaba el quinto piso de su casa, que llenaba de gente extravagante, de los que discutían sobre Mozart o acerca de fotografias o de perspectivas de la vida, o de lo que fuera. Gente que vaciaba el refrigerador y que no paraban de hablar.
Cuando Mina baila sin pudor alguno lo cual hacia enfurecer a Domingo, y tantas cosas que ahora que no está, extraña sentir, su unido amor la han matado. Porque ella iba con los revoltosos, con los vagos, con los que el Gobierno mandó calmar con sus padres. Pero Mina decía que el no entendía, que eso era algo justo, eran sus ideales y los de muchos jóvenes, como los padres no hablaban el mismo lenguaje, era imposible que los entendieran. El flamante Masserati rojo, fue visto por primera vez, solo, era tal vez la única oportunidad. Y el plan que habían repasado cientos de veces lo comienzan a ejecutar. Domingo le da las llaves a Jueves para que abriera la portezuela posterior de la camioneta, les sorprende que haya cambiado su rutina si nunca lo hace. Jueves se dirige hacia el sur del estacionamiento del golf , y el Volkswagen gris está en su posición,, pone una llanta por el camino que el auto deportivo a de cruzar. Dentro de la camioneta hay un ataúd en el que colocarán al secuestrado. El tripulante del auto rojo luce feliz, tranquilo y pasivo.
Es la media noche, el Masserti se detiene ante la presencia de Jueves que simula cambiar una llanta, Domingo se cerciora de traer la pistola, entonces recuerda su venganza, a los otros la de los que fueron hermanos, esposos, padres de la que la sangre se confundió con la lluvia de aquella noche; la sangre que ha llegado a secarse pero no a olvidarse. Se acerca a él y le explica que han tenido una percance y como se dirige con solemnidad, él le sonríe gustoso.
Entonces lo apunta con la parabellum en la nuca, y le dice que esto es un secuestro, Jueves le da un puñetazo tan fuerte como la macana de un policía, las gafas salen volando, lo bajan del carro. El hombre es maniatado, su cabeza metida en la capucha, las manos son atadas en forma de cruz, mientras hace todo esto Jueves, Domingo recuerda las torturas de un joven que fue de la misma manera maniatado, pero con brutalidad golpeado. Jueves vuelve a golpearlo, es conducido a la camioneta como un bulto, nadie los ha visto, y pone según el plan la nota deliberada, formada con palabras recortadas de periódicos y revistas, para confundir a la policía Jueves procede a no dejar prueba, y comienza a limpiar meticulosamente todas las superficies, en la que cualquiera de los dos pudieron haber impreso huellas.

Dejan al rehén en una jaula, con bote improvisado como escusado. Ahí en ese lugar, en el que toda la noche escucharán cintas que Domingo preparó, en el que narran lo sucedido desde el 26 de julio hasta el 2 de octubre. Todo el movimiento en ese tiempo, todo el apoyo que la gente y estudiantes demostraron en la marcha del silencio, las torturas que los estudiantes sufrieron sin motivo alguno.
El secuestrado, tiene una ulcera y pide leche y sus pastillas o morirá de dolor. El bote comienza a llenarse de su propio excremento y su vómito y pide que se lo lleven por que apesta y lo tapa con su chamarra, pero al darle frío la toma y se cubre con ella. Jueves es informado de que no solo son ellos dos si no que son más personas, que por motivos de seguridad les ha llamado por los días de la semana. Cada uno tiene un familiar caído en el movimiento, cada uno sufre de distinta manera, pero los une el mismo dolor.
No todas las opiniones coinciden, ya que los siete son diferentes. Y a pesar de que sufren de la misma manera, cada quien tiene su propia idea de la muerte. Como lunes quien es un obrero que vio morir a su mujer embarazada y a su único hijo; no puede reaccionar de la misma manera que el médico homosexual (miércoles) que no pudo impedir el asesinato de su madre en el interior del edificio Chihuahua; ni el dolor de una estudiante (martes)a quien un guante blanco le mató a la herida que se arrastraba hacia una ambulancia: tenga el mismo rencor que un hombre de cuarenta (viernes) al que el Batallón Olimpia le impidió rescatar a su padre de entre las llamas que calcinaban el doceavo piso.

Es imposible aunque duela igual, que el odio de una maestra (sábado) que recibe el cadáver de su hijo con la boca tapada con sus propios genitales; o al que no olvida jueves, cuando después de ver a su hermano que se acaba de ahorcar, lee la carta que decía que nueve individuos lo violaron, o el de domingo, el personaje que narra la historia. Quien perdió a su hija en la plaza, que no deja de imaginarla y embellecerla. El que lo ama y la protege de todo lo pudiera dañarla, aunque ya esté muerta. Debido a estas diferencias, y ante las divergencias entre los miembros del grupo en relación al verdadero culpable, fue necesario que a propuesta de domingo, cada uno escribiera una terna de personajes que consideraran culpables, y como en cinco apareció el mismo nombre fue el que se tomó como valido. Se emprendió la búsqueda, el acoso, la vigilancia el asedio; le dieron forma y movimiento a la venganza y Asi, tener justicia, la verdadera justicia de los muertos.
Antes de que termine ese día domingo cena y se lava los dientes, y pone otra cinta que escuchara toda la noche el preso en la jaula, en la que solo resonarán helicópteros que el gobierno mandó para espiar a los que van al Zócalo, pasos y mantas que decían” libertad a la verdad, diálogo, “volantes en, los que se pedían hacer efectivos los seis puntos.
1. Libertad de todos lo presos políticos,
2. Derogación del artículo 145 de Código Penal Federal.
3. Desaparición del cuerpo de granaderos.
4. Destitución de los Jefes policíacos.
5. Indemnización a los familiares de todos los muertos y heridos de el inicio del conflicto.
6. Deslindamiento de responsabilidades de los funcionarios culpables de los hechos sangrientos.

El rehén entra en conflicto, comienza a maldecir, en la jaula la grabadora registra lo que dice, la desesperación, las preguntas sin responder por parte de domingo, y hacia las personas que no se atrevían a dar la cara, y ahora el preso es fotografiado para entregarlas mas adelante a los medios.

Lo deja solo, y sale de la jaula, recuerda que después de la muerte Mina pasa el tiempo en el cuarto de fotografía y de radio. Domingo lucía tranquilo, pues a pesar de ya habían pasado varias horas del secuestro del Presidente, todo seguía normal en los medios. La cinta seguía, pasos y más pasos, gritos y silencios, una voz que decía el Congreso:
-“El orden jurídico no es una simple teoría ni un capricho; es una necesidad colectiva vital, sin él no puede existir una sociedad organizada”. Conciencia de la ciudad, aplausos y la voz del rector continuaba:
“..La situación actual de la Universidad, casi sobra decirlo es delicada en extremo. Desde hace varias semanas se suspendieron las labores docentes”
”PUEBLO ABRE YA LOS OJOS”.
Mientras tanto los miembros del Congreso en pie aplauden largamente,
…hasta donde estemos obligados a llegar llegaremos, lo que sea nuestro deber lo haremos… La juventud enloquece. Pero ante tanto ardor y fuerza del movimiento, no miran, que las máquinas de guerra están alertas desde el principio del verano, los hombres que las manejan y los jefes que las dirigen, han recibido al orden. La ciudad estremecida por los disturbios que cada día encuentran un nuevo pretexto y no acaban, los tanques de guerra, los jeep, los comandos, los transportes, las motocicletas, las ambulancias, están a punto de abatirse sobre ellos, ahora son las 21:00hrs del 18 de septiembre de 1968. Ciudad Universitaria es invadida por diez mil soldaos, policías y agentes de tránsito vigilan que los civiles no estorben. El ejército entra cauteloso nadie cree que penetrarán el territorio universitario.

En la Facultad de Medicina el Congreso Nacional de Huelga celebra una reunión, hay pocos asistentes y son avisados de lo sucedido huyen del lugar, una chica se encierra en el baño y permanece los quince días que se prolonga la estancia de los militares.
Los gritos de cólera por parte del rector:
-“La ocupación militar de la Ciudad Universitaria ha sido un acto excesivo de la fuerza que nuestra casa de estudios no merecía…la atención o solución que de los problemas de los jóvenes requieren comprensión antes que violencia… La cinta se repetía toda la noche, y Domingo dentro de su ebriedad olvidará todo en un largo sueño.
A la mañana siguiente la radio no habla nada del secuestro, solo que el señor Presidente decidió esto y aquello. Domingo decide tomar un café recordar el tiempo aquel, la situación política, la de los jóvenes y su hija Mina, con aquella falda corta y la forma en que lo hacia enloquecer. Y a pesar de tomarse una botella de coñac al noche anterior, su cara es fresca y toma un café y le lleva otro al reo, al entrar al lugar donde estaba la jaula, se respira un olor nauseabundo, mira a la persona que está dentro, quien se muestra con una cara desmejorada y exige leche, pastillas y que retire ese bote lleno de su suciedad y del vómito provocado por la úlcera, y pide ser tratado como persona y no como perro. El papá de Mina sale de la jaula y pone play a una nueva cinta que reproduce voces con dolor, que acompañarán al secuestrado como una conciencia, mientras Domingo se ausentaba.

… Eran relatos de chavos que habían sido tomados presos, golpeados y humillados hasta el cansancio por los soldados. Las vejaciones y amenazas no paraban hacia los detenidos, y fueron llevados a una galera, ocupada por más de cien jóvenes, ahí por más de una semana fueron mojados con una manguera a diario. Golpe tras golpe, para saber quien les daba el dinero y las armas, sin comprender que sus únicas armas eran ideológicas.

Un general le decía a uno de los jóvenes torturados;-…todo esto no es nada personal muchacho, es cosa de la política. Uno es soldado y como soldado cumple uno sus órdenes u otros las cumplen en uno ¿entiendes? Paso siguiente le cortaron los testículos. Ruidos de puertas metálicas que manos furiosas azotan, el ambiente carcelario, de manicomio, voces que lastiman tanto como los puñetazos....Corría sangre, venía la columna desde la arista del piso de la cuadrada plaza, y de ancha la sangre se adelgazaba hasta pegar en la tierra, y quedarse quieta entrando a las raíces de la hierba del pasto, sangre negra en la Plaza de las Tres Culturas… Creyendo que con esto se iba desatar la revolución.
Todo era normal cerca de la casa del prisionero, por ello el Ingeniero Domingo decide hablar a un periódico en el que da detalles del secuestro y envía fotografías del hombre enjaulado, que saldrá en el extra de la noche. Al regresar a casa detiene la cinte, y se encuentra con hombre disminuido por el encierro y la falta de luz, tiene un rostro de sufrimiento. En la información que envió, explica los motivos del secuestro y exigen explicaciones acerca de los sucesos acontecidos en México entre el 26 de julio y el 2 de octubre de 1968, y diciendo que son un grupo que solo busca hacer justicia.

Después de la misma manera envía las fotos y la declaración a una cadena televisiva, la cual expone el suceso que ya para este momento ha conmocionado al país entero. El temor de los que participaron de alguna manera en el movimiento en la parte del gobierno comienza a crecer, el pensar que podrían ser blanco de las manos de los secuestradores, y ser torturados como los jóvenes del 68 que sufrieron de cientos de vejaciones. Recordando que después de la experiencia del 2 de octubre en Tlatelolco; la policía y cuerpos represivos del gobierno han modernizado sus cuerpos de trabajo.

Esa noche en la que el mensaje es difundido a los medios, recibe tres llamadas. En la primera se escuchó un silencio, una máquina de escribir y el silbar de unos pájaros. La segunda era la de su mano derecha en la oficina Kurt que le preguntaba acerca de la noticia y de lo importante que eso era para él, un padre que había perdido a su hija en el movimiento. Con el temor de estar vigilado, es prudente en su forma de contestar y evita cualquier palabra de triunfo y dice haber olvidado ese rencor que por mucho tiempo lo consumió.
Terminó de cenar y tomo una copa de coñac, la cual lo remontó a su vida antes del 68, cuando vivía con Hildegar -madre de Mina- y don Guillermo abuelo de la luz de sus ojos, esos olores que guardaba cada alcoba de la casa, eran los únicos recuerdos que le permitían vivir, esa recámara de Mina llena de sus objetos personales, en eso lugares estaba prohibido abrir las ventanas, para evitar que en una ventisca se fueran sus únicos y más sinceros recuerdos.

Mientras tanto el monstruo sagrado de la televisión mexicana emplea unos minutos para referir como al atardecer del jueves, fue encontrado el automóvil sport de marca italiana que tripulaba el ahora ex funcionario estaba abandonado y en su interior había una nota escrita con recortes de revista. El conductor continua haciendo declaraciones de reproche hacia los secuestradores y asegurando que son profesionales. Aparece una entrevista con los familiares del secuestrado en su propia casa, estaba la esposa, los hijos y el abuelo, que reclamaban la liberación de su padre y esposo afirmado que “...Él no ha hecho un mal a nadie, y eso Dios lo sabe”.
En otra entrevista un veterano del movimiento del 68, ahora un alto administrador del gobierno –pide la liberación alguien inocente que solo cumplió con su deber-.

Las noticias siguen, y en la casa del Ingeniero –Domingo-, Frau Ema que se encargó de cuidar a Mina desde que su madre murió a los diez años, y que en su época de rebeldía, ya no toleraba ni quería ver, más aun cuando llenaba la casa de gente extraña. Ella una señora necia y obstinada que siempre creía tener la razón, se empeñó que la fuerte lluvia de una noche anterior el techo de necesitaba compostura, motivo por el cual casi entra al lugar donde estaba la jaula, pero Domingo insistió que hasta el lunes era lo mejor, así le daría tiempo de terminar con la venganza y de la misma manera no lo descubriría.

Al cabo de unos días, Domingo llama a todos los miembros del grupo, y a cada uno le dio lugar y hora en el que pasaría por ellos, para que el encuentro se llevara a cabo. El temía que con la recompensa que algunos miembros del gobierno del 68 ofrecieron por aquel que diera informes de los secuestradores, cualquiera de los miembros cayera y dijeran el lugar en el que estaba. Por eso tomó todas las medidas de seguridad necesarias, y antes de llegar a su casa les da varias vueltas para que se confundan.
Antes de que llegue la hora de la reunión con los miembros el ingeniero pone la última cinta para el rehén, en la que se narra detalladamente esa fría noche; el 2 de octubre en la Plaza de Tlatelolco, de toda la sangre derramada, de cientos o miles de cuerpos caídos, estudiantes, niños padres y madres, de gente que no tenía nada que ver con el movimiento. Y así todo inicio: …Los jóvenes reunidos en la plaza, el general de los paracaidistas avanza al frente de un pequeño grupo desarmado, hacia el edificio Chihuahua desde el que los oradores hablan a la muchedumbre. Dos luces de bengala, una roja y vede la otra , estallan en el cielo, convoca a la muerte. Se escucha un disparo y el general que ha capturado ya tantas Preparatorias y la Universidad, cae gravemente herido por la espalde. Reinaugura el horror.
Tlatelolco marcó a toda una generación, el movimiento dejo un saldo positivo. La plaza amaneció barrida; los periódicos dieron como noticia principal el estado del tiempo y esto deja una cicatriz en al vida mexicana. Finalmente llegan a la casa del ingeniero, entran hasta la cochera que estaba en tinieblas, era imposible reconocer algo, descienden de ella, el caminan y atraviesan un lugar, y de repente perciben un olor nauseabundo.

Todos miran al personaje en la jaula completamente perplejos por lo que sus ojos miran y murmuran, el hedor de la diarrea y el vómito ya no les molesta, es encendido el estroboscopio y comienza el interrogatorio de ese tiempo de dolor, de terror, de sangre, de la muerte de los que murieron en Tlatelolco , y de los que murieron antes de ese día.
Ante esas preguntas el rehén respondió que solo conocen su verdad, y ellos solo detenían a los vándalos, que todo había sido una “Conjura”, un acuerdo entre comunistas estudiantes del 68.Él aseguraba que nunca actuó mal, que tenía la conciencia limpia, y solo cumplió con su deber. Se tomo la decisión de hacer un veredicto razonable y breve, libertad o muerte.

Lunes pide libertad, dando como punto que eso ya pasó y que tiene una vida nueva. Martes pide muerte, por que una persona así no merece vivir, y por que su sangre pagará solo un poco de la ya derramada. Miércoles, indeciso de lo que quería contestar, dice, “libertad o muerte, no lo se”, libertad, puesto que el verdadero castigo que pudiera padecer, serán los remordimientos que le mande Dios. Jueves por su parte, sin más, pide muerte;”por que el que a hierro manda matar, a hierro debe morir”. Viernes, muerte, para que el Gobierno sepa que de ahora en adelante, el pueblo saldrá a tomarse la justicia que le niegan. Sábado, ella pidió que viva, a modo de penitencia para que cada vez que vea a sus hijos, recuerde lo que debe sufrir esta madre a la que privó de lo último que le quedaba. Todo queda silencio, ahora Domingo tiene la última palabra, se sofoca de tan solo pensarlo, ahora tiene la vida de ese hombre en sus manos, hombre que mando matar a su niña.

Todos esperan atentos su decisión, regresan a su mente los recuerdos de Mina, cuando cantaba o bailaba, y en la plaza caminando con un impermeable negro, llena de terror, ya no hablaba solo emitía ruidos extraños y la recuerda en la morgue. El rehén exclama “está bien”, como sabiendo su destino y se arrodilla. Jueves dice; -¿Cuándo lo vamos a matar?- y Domingo contesta –yo lo mataré-.
Domingo levanta el brazo derecho y con una Parabelum, se oye el primer disparo y el hombre se sacude como si lo hubiera asustado; al segundo se retuerce; al tercero se va de bruces… deja que cada balazo se escuche en su plenitud. Después lo sucedido, Domingo regresa a todo el grupo y Jueves es el último y pregunta que hará con el cuerpo. Obtiene por respuesta que tal vez lo entregará al gobierno y que la cinta en la que se grabó todo el interrogatorio del juicio al principal culpable de la masacre en Tlatelolco, fuera entregada a los medios.
Sigue manejando, y el cuerpo agujerado del presidente en una bolsa junto con la cinta, en el mismo lugar en el que lo colocaron el día del secuestro. En el camino observa la ciudad y era inevitable preguntarse si ya olvidaron esa noche, la del 2 de octubre del 68, o si, solo lo hacen para que no les duela más.

La lluvia caía como aquella como aquella noche en que lavó toda la sangre de Tlatelolco, sangre joven. El cuerpo inerte es puesto en la plaza en un punto céntrico, y recuerda aquella noche, noche de muerte:
¡NO DISPARES SOLDADO, NO DISPARES, TU TAMBIEN ERES PUEBLO!
Por Carmen Guerra, estudiante de Comunicación y Periodismo, FES-Aragón

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