lunes, 9 de junio de 2008

La silla del águila


De Carlos Fuentes

Colocándonos en un futuro no muy lejano la novela nos narra cómo se empiezan a mover las fichas en la sucesión del poder, en la que todos entran, es el año 2020, pero esto no significa que sea el apocalíptico futuro del cual todos temen, nos retrata como la política no importa la época, igual se maneja.

La silla del águila, se inicia cuando una carta de Xavier Zaragoza dirigida al María del Rosario Galván hace saber al lector que los sistemas modernos de comunicación (fax, televisión, e-mails) han amanecido el día 2 de enero del 2020 fuera de servicio, gracias al bloqueo impuesto a México, vecino siempre rebelde, por el gobierno de los Estados Unidos. Castigo divino al apoyo brindado por el gobierno de Lorenzo Terán (que por única vez decide seguir la ética de su consejero de gobierno) por su negativa a apoyar las fuerzas de ocupación norteamericanas en Colombia y por su demanda de exigir precios fijados por la OPEP al petróleo mexicano. Escribe Séneca a María del Rosario: "Para colmo anunciamos estas decisiones en el seno del Consejo de Seguridad de la ONU. La respuesta, ya lo viste, no se hizo esperar. Amanecimos el 2 de enero con nuestro petróleo, nuestro gas, nuestros principios, pero incomunicados del mundo. Los Estados Unidos, alegando una falla del satélite de comunicaciones que amablemente nos conceden, nos han dejado sin fax, sin e-mail, sin red y hasta sin teléfonos [...] ¿por qué demonios me hizo caso el señor Presidente y puso los principios por encima de la cabrona realidad?" (p. 29).

Así como uno se adentra en la lectura es posible apreciar como esta obra no puede pertenecer a la época que se contextualiza, si no que se podría acercar más a como se manejan en nuestros días. Esta estructura de relatos y cartas es la que le da el contexto en la que la “formalidad política” toma base para ser el centro de el desarrollo de esta novela, que a veces nos hace pensar que en realidad estos hechos están pasando y la analogía que existe en la realidad.

Por Luis Simiano, FES-Aragón-UNAM

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