domingo, 1 de junio de 2008

El tren pasa primero

Autor: Elena Poniatowska

La era de los lentos viajes en tren puede aparecérsenos hoy como remota fuente de nostalgia.En nuestro país, los trenes dejaron de verse desde hace mucho tiempo, solo su recuerdo ha quedado, el recuerdo de las huelgas de las que Elena Poniatowska nos relata.

En El tren pasa primero, podemos ver testimonios, la narrativa histórica y la biografía novelada para entrelazar la historia de un movimiento social con la vida pública y privada de su líder. Los hechos narrados se apegan con fidelidad a los acontecimientos históricos: las huelgas de 1958 y la de 1959, violentamente reprimidas por el gobierno; el encarcelamiento de los líderes y su liberación a principios de los años setenta. El protagonista, Trinidad Pineda Chiñas, inspirado en la figura de Demetrio Vallejo, es en cambio una creación literaria a través de la cual se explora la vida privada de un personaje público.

Retrato de una época y relato de una vida, El tren pasa primero explora no sólo los espacios públicos de la historia sino también ámbitos menos visibles: el mundo laboral y la vida de las mujeres; las motivaciones, relaciones familiares y amores de un líder. Si bien el entrelazamiento de historia y ficción –historia social y privada– permiten configurar a Pineda Chiñas como un personaje complejo, alejado del esquematismo o de la idealización acrítica, el atractivo de la novela reside más en su recreación de la lucha social de los ferrocarrileros que en la biografía sentimental de su líder. Los roces con el melodrama o con cierto sentimentalismo, y sobre todo la estructura, restan fuerza a una novela que se inicia con un estilo eficaz y un episodio que demuestra lo mejor del talento narrativo de su autora.

En el arranque del relato, la tensión del líder y los ferrocarrileros antes del estallido de la primera gran huelga, planeada matemáticamente, insertan de inmediato al lector en el ambiente de los trabajadores que se han atrevido a desafiar a la empresa y a los líderes sindicales corruptos. El suspenso, la ausencia de sentimentalismo, la mirada centrada en la expectativa de los líderes y en la mezcla de emoción y responsabilidad que los embarga tras el éxito de su iniciativa, invitan a una identificación con su causa y despiertan un interés por conocer y entender su historia. En la medida en que los hechos históricos se viven a través de los diálogos, reflexiones y acciones de los personajes, el movimiento adquiere nueva vida, se despliega como una acción compleja que debió su primer éxito a la voluntad y honestidad de los líderes y a la solidaridad, confianza y eficacia de los trabajadores. El sentido de responsabilidad de éstos y sus mujeres hacia sus compañeros –no ante la historia– y la pasión de muchos por los trenes, su mecanismo, su funcionamiento, recrean un ámbito laboral donde la cooperación y el compañerismo son esenciales tanto en el día a día como en los momentos de crisis. La sensibilidad de la autora a los matices de la voz y su conocimiento de grupos y personajes sociales diversos le permiten evitar el acartonamiento y la idealización en el retrato de los trabajadores.

Relato de un movimiento sindical inserto en los vaivenes de la política nacional, El tren pasa primero ilumina también el lado obscuro del sindicalismo y del gobierno. En un contexto de conspiraciones y negociaciones tramposas, donde están en juego el poder y el dinero, la ceguera de Pineda favorece el ascenso de nuevos líderes corruptos. A ello siguen las divisiones en el gremio, la falta de organización y, sobre todo, la brutalidad de la represión gubernamental.

La presencia de figuras y voces femeninas que caracteriza gran parte de la obra de Poniatowska es también significativa en esta novela. Activas, solidarias y críticas, las mujeres aparecen como parte integrante de la historia social a la vez que sus voces traen a primer plano tensiones, desigualdades y costumbres que dan textura al ámbito privado. Así, contribuyen a conformar un retrato más vivo y completo del movimiento ferrocarrilero y su época. Es por ello desafortunado que la novela sentimental no esté mejor integrada al relato social y biográfico, y que la secuencia final caiga en un sentimentalismo excesivo. Si el Pineda Chiñas político es una figura atractiva, en la expansión de su vida personal va perdiendo consistencia, al grado que, junto con la Bárbara feminista y “transgresora”, se convierte, a mi ver, en esbozo de personaje en busca de otra novela.
Por Miriam Maltos, estudiante FES-Aragón-UNAM

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